ESTO ES GUAYAQUIL


Este post está dedicado a los guayacos inmigrantes que sienten la ciudad en la sangre como yo.

Después de un breve viaje a la tierra de Bush, regresé a mi ciudad sintiéndome como los inmigrantes que besan el suelo al bajar del avión. Por fin en mi pueblo! Y es que comparándola con ciudades tan enormes que existen en el mundo, Guayaquil lo es. Un pueblo grande, pero un pueblo al fin. Desde cualquier punto de la ciudad toma máximo media hora (exageradamente) llegar al centro, y no falta el día en que encuentres gente conocida en todas partes, en cualquiera de sus puntos cardinales (eso a veces no es tan bueno). Sus calles bulliciosas en el día, con buses repletos de gente de inciertos destinos parando en cada esquina, los olores de comida flotando en el ambiente, los chiflidos para llamar a alguien de lejos; las miradas morbosas de los hombres, sus mujeres de caminar rápido huyendo de “piropos” que ya hemos aprendido a soportar, en fin … a mi llegada me volví hiper sensible a todas esos detalles que pasaba por alto cada día.

¿Perdido? Al guayaco le encanta que le pidan direcciones. Acá no se necesita GPS ni mapas. Pero pilas a quien se pregunta porque también hay mucho pillo, no al nivel de la fama que se ha ganado la ciudad, pero los hay. El guayaco es amigable, pero también es el ser más desconfiado de la tierra. Sus vivencias en estas calles lo ha convertido así.

Las mujeres: de tacones altos, pantalones descaderados, ropa de moda, así sea (o más que todo?) para ir al mall. Los gabinetes de belleza deben ser uno de los negocios más rentables de la ciudad, porque pocas veces veo que cierran, al contrario, se multiplican en cada esquina. Salen bien puestecitas del brazo de su novio, marido o cualquier cosita, porque la misión de muchas aún es pescar un buen esposo, cuya desconocida costumbre es la de frecuentar cabarets en días de semana preferentemente… o cualquier día es bueno. Algunas aun cuidan su reputación, porque esta es una ciudad machista, y ay de la que la tenga manchada!

Los hombres: machistas en su mayoría. Cabareteros, lo sé por sus conversaciones evitando el tema frente a nosotras, y por su complicidad en guardar el secreto, y quedar como el hombre limpio. Tienen aquel complejo de Agar y Sara: conquistadores, cazadores de aventura y sexo, encontrándolo en la mujer “mala”, indigna de amor. La mujer que llevará al altar tendrá un halo sobre su cabeza, pura, y “de su casa”… y una vez casada saldrá a disfrutar de la vida bohemia de bares y discotecas sólo en ocasiones esporádicas, porque sus diversiones fuera de casa serán el cine, los cumpleaños, reuniones, etc.

Y en la noche guayaca, la ciudad se convierte en un camal de almas, en palabras de Jimmy Mendoza. Cada quincena aumenta la desesperación de llenar discotecas, llenas de alcohol, reggaeton, y electrónica, con sus mujeres vistiendo el último look de las vitrinas, y los hombres a su acecho.

Pero mi ciudad tiene otra cara también… la de gente que disfruta en bares una onda más relajada y sencilla, y que se va alejando del prototipo del guayaco que he descrito. Creo que es el/la guayaco/a que siempre ha estado ahí, huyendo de la discoteca del momento, del esnobismo aturdidor, al que por fin le ha llegado su espacio, en esta ciudad que cada día se vuelve más diversa.

Empecé dedicando este post a los guayacos inmigrantes, porque me di cuenta más que nunca, que éste es mi hábitat… su gente, el argot sabroso, los vigilantes corruptibles, su comida, etc.. y ahora creo sentir lo doloroso que puede ser para alguien alejarse de su mundo, migrar a tierras frías (no hablo del clima), sintiéndose un extraño que finalmente tiene que adaptarse. Todo por no encontrar las oportunidades que acá son escasas. Ecuador para los próximos años tiene el reto de convertirse en un país que realmente ofrezca oportunidades a sus habitantes, pero también depende de nosotros que nos saquemos la puta, para no abandonar este pais. Yo sí lo estoy haciendo (aunque a veces admito, me vuelvo floja), porque quiero vivir y morir aquí, y tu?

*Foto de José Serrano